Te has ido.
Cuando me desperté no había nadie al otro lado de la almohada, y en el fondo puede que hasta me aliviara eso.
Este sería el momento como de asomarme a la ventana, con tu camisa, que te has dejado aquí. No sé si porque hay alguien en casa esperándote, a quién tienes que esconder las marcas de carmín, que he dejado por toda ella al desabrochártela anoche con los dientes ;o como una escusa para volver a verme, y de paso que te la lave yo. Y fumar. Pero desgraciadamente lo dejé hace dos meses y no me has echado un polvo tan bueno como para plantearme volver a empezar. A fumar, porque a vivir sí que me has dado ganas.
La almohada huele a ti y eso me gusta. Tu olor fue una de las cosas que me llevo a acercarme a ti anoche ¿O fuiste tú quien se acercó guiado por los encajes de mi blusa sin espalda? No lo sé, la verdad. Ni me importa.
No me gusta darle demasiadas vueltas a las cosas,aunque al final acaba siendo como comer verdura. Creí que con la independencia me libraría de ello, pero acabo teniendo que hacerlo.
Miro por la ventana distraída intentando recordar si tengo motivos para salir de la cama y no los encuentro, deben de haberse quedado con mis bragas en el suelo del hall. Giro la cabeza a la izquierda y mis vidriosos ojos se encuentran con los de la chica despeinada del espejo. Aparto un poco las sábanas para ver si mi cuerpo refleja marcas de tu fugaz paso por mi caos.
Rio, tan solo un mordisco en mi cadera y el envoltorio rasgado del condom cuentan lo que hicimos a noche. Lo primero desaparecerá en 24h y lo segundo en cuanto logre ser más fuerte que la pereza.
Es domingo, y para variar yo no tengo planes. Suspiro recordando cuando era una de esas personas que tienen planes los domingos.
Igual debería llamar a mi madre. Pero en su lugar cierro los ojos y fantaseo preguntándome dónde estarás, si me habrás dicho tu nombre real, y tratando de recordar si no te he dado un número falso.
Justo ahora me percato de que te has dejado también un paquete de cigarrillos encima de la mesita y un post-it que dice que te gustaría volver a verme. Y sonrío. Y rezo porque no te haya dado un número falso.
Miro el móvil e ignoro la fotos de sus vacaciones que Daniela pasa por el grupo.
Son las 3 de la tarde, tengo que salir de la cama.
A regañadientes arrastro mi cansado cuerpo hasta la cocina y me caliento una lasaña.
Los efectos de anoche comienzan a disiparse, Natalia me manda un mensaje para decirme que ella y Gabri han tenido otra pelea y a mi se me pasan las ganas de que me llames.
La llamo y después de dos horas llega a la misma conclusión de siempre, que le quiere.
Aún no tengo claro si estos dos acabarán casándose o matándose el uno al otro, pero morirán juntos eso es seguro.
Y reflexionando sobre esto me entra la duda, igual si quiero que me llames. Tal vez me apetece que me cuentes como ha sido volver a casa con la americana sobre tu espalda desnuda llena de arañazos. O quizá quiero que esperes a mañana y me hables en un falso tono de desesperación de que hoy no he amanecido a tu costado y que algo en ti querría que lo hubiera hecho. No lo tengo claro, pero a una parte de mí le apetece que me invites a una cerveza para interrogarte y descubrir si ayer me dijiste la verdad sobre tu libro de poemas favorito.
Y mientras una de mi cerebro fantasea sobre si algún día llegaré a saber como tomas el café, otra cree tener claro que ya tengo camisa nueva; que nunca volverás a por ella. Que serás otra de esas estrellas fugaces, como otros tantos que han estado aquí.
A todo esto suena mi móvil, un whatssap, número desconocido, una foto mía durmiendo desnuda.
"Por favor, dime que eres ella" Reza el mensaje debajo de la foto.
Me apresuro a ponerme tu camisa y respondo con foto.
"Solo si eres el dueño de esta camisa"
No hay comentarios:
Publicar un comentario