Está tumbada en mi cama. Prácticamente lleva ahí metida
desde el incidente. De eso hace ya cinco días. Ahora duerme mientras yo intento
jugar al ordenador. O finge que duerme. Se pasa muchas horas así, metida en mi
cama, arropada con mis sábanas, con los ojos cerrados y la respiración lenta.
Pero no creo que esté durmiendo todo el rato. No es posible, y menos siendo
ella. Aunque ha apagado el móvil desde que llegó debe de estar echando de menos
al resto. Antes de venir se sentía muy sola, temo que quizás se siga sintiendo
un poco así. Mi gata a menudo se le enrosca contra el pecho. En esta habitación
hace algo de frío y ella desprende mucho calor. No tiene fiebre, lo compruebo
cuando realmente está dormida. Creo que duerme tanto por el día porque de noche
llora. Hace dos noches me pareció oírla. Me desperté y no la sentí a mi
espalda. Estaba sentada en la silla del ordenador, creo que lloraba.
Normalmente me habría levantado a abrazarla, pero creo que necesita llevar esto
a su manera. Le han vuelto las pesadillas. Por cómo se retuerce entre las
sábanas intuyo que son peores que las de los exámenes. De vez en cuando me meto
en la cama a estar con el móvil si veo que está muy agitada. Entonces se abraza
a mi espalda con mucha fuerza, deja de moverse y respira tranquila. No sé hasta
dónde le sirve, pero creo que en esos ratos descansa.
No está así todo el
rato.
A veces habla
conmigo.
No mucho.
Creo que teme molestarme.
Tal vez no reaccioné bien cuando apareció. Sé que sabe que
la quiero. Que los gritos fueron fruto de los nervios y del peligro al que se
había expuesto. Reconozco que me asusté. Le recuerdo a diario que no me
molesta, que disfruto de tenerla aquí. Pero sé que su cabeza es un mal lugar.
Cuando lo pienso me apetece llorar a mí. Pero no lo hago. Me limito a abrazarla
fuerte y acariciarle el pelo. A veces se levanta y camina por el pasillo. El
otro día después de ducharse se subió a mi regazo y se quedó dormida sobre mi
hombro. Me dijo que la ignorara y siguiera al ordenador, pero no pude contenerme
a acunarla. Sus palabras me retumban en la cabeza cuando está callada.
“Será como si no estuviera aquí” había dicho.
Y se está esforzando
mucho por ello. Apenas me habla un poco
más que cuando estaba encerrada en su casa. Vino con el coche cargado hasta los
topes de comida, ropa y libros. Cuando está despierta lee. He conseguido que me
lea un poco en voz alta. No está convencida. Si le pido esas cosas me dice que
está bien. Cree que lo hago solo por ella. Repite a menudo que está bien. Que
lo único que necesitaba era estar conmigo. Que por eso ha cometido esta locura.
Y que lo siente. También repite mucho que lo siente. Le he pedido que deje de
decirlo y ahora lo dice menos. Se le escapa porque no ha dejado de pensarlo.
No sé bien qué hacer.
Anoche hicimos el
amor y parecía que realmente iba todo bien. Por un momento el mundo no se
estaba acabando y todo era normal. Me besa poco. Juraría que menos de lo que le
apetece. A veces cuando cree que estoy muy concentrado y no voy a darme cuenta
se me queda mirando. Tampoco sé cómo convencerla de que puede besarme, de que
la mitad de lo que hago es por distraerme, que no es importante, que no
interrumpe. Qué diablos, que me encanta que me interrumpa. Insiste en que yo si
siga hablando con el resto, que le hace feliz verme bien y sentirme cargado de
energía. Sé que lo dice en serio a pesar de su estado.
No sé cuánto
seguiremos aquí. Ella tampoco. Por eso está aquí. Tiene miedo. No quiere que se
le note. Eso no ha cambiado. Nunca me miente. Salvo en lo de estar bien. Pero
siempre ha intentado disimular el miedo. A ratos se deja cuidar. Yo también
tengo miedo. Tampoco se lo he dicho. Quizás esta semana se lo diga. Temo que
eso la asuste más. Pero es ella. No quiero ocultárselo. Puede que incluso deje
de sentirse estúpida. Al menos un poco. Desde el pasillo a veces la oigo
teclear muy rápido y muy fuerte. Normalmente cuando me voy a la ducha. Creo que
intentaré que se duche conmigo. Sé que no le gusta compartir ducha pero puede
que así nos quitemos un poco de encima el miedo los dos. En el fondo sigo
convencido de que todo saldrá bien. Y pienso que ella también lo está. Por eso
ha venido.
Porque por encima de toda la incertidumbre nosotros seguimos
siendo una certeza.
Sonrío al pensarlo.
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