miércoles, 18 de marzo de 2020

Cuarentena


Está tumbada en mi cama. Prácticamente lleva ahí metida desde el incidente. De eso hace ya cinco días. Ahora duerme mientras yo intento jugar al ordenador. O finge que duerme. Se pasa muchas horas así, metida en mi cama, arropada con mis sábanas, con los ojos cerrados y la respiración lenta. Pero no creo que esté durmiendo todo el rato. No es posible, y menos siendo ella. Aunque ha apagado el móvil desde que llegó debe de estar echando de menos al resto. Antes de venir se sentía muy sola, temo que quizás se siga sintiendo un poco así. Mi gata a menudo se le enrosca contra el pecho. En esta habitación hace algo de frío y ella desprende mucho calor. No tiene fiebre, lo compruebo cuando realmente está dormida. Creo que duerme tanto por el día porque de noche llora. Hace dos noches me pareció oírla. Me desperté y no la sentí a mi espalda. Estaba sentada en la silla del ordenador, creo que lloraba. Normalmente me habría levantado a abrazarla, pero creo que necesita llevar esto a su manera. Le han vuelto las pesadillas. Por cómo se retuerce entre las sábanas intuyo que son peores que las de los exámenes. De vez en cuando me meto en la cama a estar con el móvil si veo que está muy agitada. Entonces se abraza a mi espalda con mucha fuerza, deja de moverse y respira tranquila. No sé hasta dónde le sirve, pero creo que en esos ratos descansa.
 No está así todo el rato.
 A veces habla conmigo.
 No mucho.
Creo que teme molestarme.
Tal vez no reaccioné bien cuando apareció. Sé que sabe que la quiero. Que los gritos fueron fruto de los nervios y del peligro al que se había expuesto. Reconozco que me asusté. Le recuerdo a diario que no me molesta, que disfruto de tenerla aquí. Pero sé que su cabeza es un mal lugar. Cuando lo pienso me apetece llorar a mí. Pero no lo hago. Me limito a abrazarla fuerte y acariciarle el pelo. A veces se levanta y camina por el pasillo. El otro día después de ducharse se subió a mi regazo y se quedó dormida sobre mi hombro. Me dijo que la ignorara y siguiera al ordenador, pero no pude contenerme a acunarla. Sus palabras me retumban en la cabeza cuando está callada.
“Será como si no estuviera aquí” había dicho.
 Y se está esforzando mucho por ello. Apenas me habla  un poco más que cuando estaba encerrada en su casa. Vino con el coche cargado hasta los topes de comida, ropa y libros. Cuando está despierta lee. He conseguido que me lea un poco en voz alta. No está convencida. Si le pido esas cosas me dice que está bien. Cree que lo hago solo por ella. Repite a menudo que está bien. Que lo único que necesitaba era estar conmigo. Que por eso ha cometido esta locura. Y que lo siente. También repite mucho que lo siente. Le he pedido que deje de decirlo y ahora lo dice menos. Se le escapa porque no ha dejado de pensarlo.
 No sé bien qué hacer.
 Anoche hicimos el amor y parecía que realmente iba todo bien. Por un momento el mundo no se estaba acabando y todo era normal. Me besa poco. Juraría que menos de lo que le apetece. A veces cuando cree que estoy muy concentrado y no voy a darme cuenta se me queda mirando. Tampoco sé cómo convencerla de que puede besarme, de que la mitad de lo que hago es por distraerme, que no es importante, que no interrumpe. Qué diablos, que me encanta que me interrumpa. Insiste en que yo si siga hablando con el resto, que le hace feliz verme bien y sentirme cargado de energía. Sé que lo dice en serio a pesar de su estado.
 No sé cuánto seguiremos aquí. Ella tampoco. Por eso está aquí. Tiene miedo. No quiere que se le note. Eso no ha cambiado. Nunca me miente. Salvo en lo de estar bien. Pero siempre ha intentado disimular el miedo. A ratos se deja cuidar. Yo también tengo miedo. Tampoco se lo he dicho. Quizás esta semana se lo diga. Temo que eso la asuste más. Pero es ella. No quiero ocultárselo. Puede que incluso deje de sentirse estúpida. Al menos un poco. Desde el pasillo a veces la oigo teclear muy rápido y muy fuerte. Normalmente cuando me voy a la ducha. Creo que intentaré que se duche conmigo. Sé que no le gusta compartir ducha pero puede que así nos quitemos un poco de encima el miedo los dos. En el fondo sigo convencido de que todo saldrá bien. Y pienso que ella también lo está. Por eso ha venido.
Porque por encima de toda la incertidumbre nosotros seguimos siendo una certeza.
Sonrío al pensarlo.