Despeinada y enfundada en una camisa tres tallas más grande, te miro somnolienta abrazando con mis manos la taza de colacao. Al intentar
frotarme el sueño de los ojos quedan al descubierto mis muñecas y noto tus ojos
posarse sobre las marcas casi extintas. Me miras de arriba abajo en un poco
sutil escrutinio. Disimulo la sonrisa.
-Te he echado de menos- me dices intentando recomponerte
mientras tu cerebro se atraganta entre preguntas y teorías. Yo te sonrío
tiernamente ignorando el hecho de que ya hemos tenido esta conversación. Pero
me conoces lo suficiente para notar cómo me muerdo la punta de la lengua. –Sí,
lo sé, pero fui yo quien se fue.
-No iba a decir eso.- digo en casi en un susurro.
-Pero piensas muy alto.- apuntas con una media sonrisa.
Por un instante es 2012 y tenemos 19, somos los de siempre.
-Yo también te he echado de menos.- me atrevo a decir
bajando el tono y la mirada. –Como a todos- apostilla mi conciencia mientras
doy un trago corto y me quemo la lengua. Pero sé que es mentira. Que a ti
siempre te eché de menos de otra forma.
-Te veo bien- intentas mantener la conversación sin tocar
las minas que ya ni recuerdas bien donde están.
-Gané peso.- te informo tratando de no sonar demasiado orgullosa
y callando la explicación,. No necesitas saber que él se ocupa de que coma.
-¿Sigues en boxeo?- preguntas sin poder evitar pasar los
ojos por mis labios que, como siempre, están curándose de la última vez que
explotaron.
-Me tomé unos meses para recuperarme-murmuro mordiéndome
instintivamente la carne aun tierna del labio inferior.
Alzas las cejas con preguntas en los ojos y tiro de la camisa
hacia abajo para disipar alguna de ellas.
-¿Recuperarte?- verbalizas con voz temblorosa.
-Fue una falsa alarma pero mi cerebro me jugó una mala
pasada y aún tengo que reconstruirme- respondo con excesiva ambigüedad
acariciando instintivamente mi vientre.
-No lo sabía...- farfullas llevándote el botellín de cerveza
a los labios.
-Nadie lo sabía- me apresuro a explicar.- A nadie le
importaba en realidad. Tú estabas lejos...con ella, ¿por qué iba a importarte?-
trato de no caer en nuestra dinámica de reproches, pero me encojo en el asiento
visiblemente a la defensiva.
-Tienes razón- reconoces con esfuerzo- Aunque tú siempre
importas.- añades titubeante.
Que mal se nos ha dado siempre esto. Mi necesidad de oír las
cosas en voz alta y tu manía de darlas por sabidas nos han hecho más daño que
todos los inexistentes motivos que has buscado para alejarte a lo largo de
estos años.
-¿Por qué ahora?- me atrevo a preguntar-¿Se ha ido?
Pones cara de que acabe de darte un bofetón pero sin la
sonrisa de después.
-Sí, pero no es eso...- te apresuras a defenderte.- Sabes
que no soy capaz de alejarme tanto tiempo...
-El imán- intento sonreír mirándote con dulzura.
No hemos venido a discutir.
Esto no es una guerra.
Hace mucho que no.
Esto no es una guerra.
Hace mucho que no.
-Sé que es absurdo, pero nunca nos hemos regido demasiado
por el sentido.- dices con un intento de sonrisa igual de fallido que el mío.
-Es esa parte de ti que cree que al final acabaremos juntos
y que por eso tampoco es necesario que permanezcas a mi lado. Que el imán
acabará poniendo todo en su sitio. Mientras esperas, intentas aspirar a más y
cada vez que te chocas contra la realidad vuelves para asegurarte de que sigo
aquí.-te expongo con calma parándome para beber.- Esa misma parte que hace que
te entre miedo cuando por casualidad te enteras de que el otro lado de mi cama
está ocupado.
-Ojalá pudiera
desmentir tus palabras respaldándome en hechos- te limitas a decir.
Buscas mi mano sobre la mesa y yo te la agarro distraídamente
dejándome acariciar mientras miro por el cristal de la cafetería.
-Puedes estar tranquilo. – Se me escapa un murmullo.-
Seguramente él tampoco tenga intención de regalarme un anillo.
-¿Le quieres? – increpas acercando nuestras manos a ti.
-Yo siempre les quiero- aprieto tu mano antes de
soltarla-Pero como si eso importara.
Reconozco en tus ojos el dolor que te causa mi pesadumbre.
-No te preocupes, sabes que no son cosas graves, que mi
carácter siempre ha sido lánguido- trato de animarte.
Acercas tu silla a la mía para acariciarme la mejilla.
-Lo siento- murmuras
-Este no era el plan, lo sé- me concentro en no estallar en
llanto.
-¿Sabes que te quiero? ¿Verdad?- vuelves a repetir.
Te miro con ternura y esta vez soy yo quien acaricia tu rostro.
-El problema aquí nunca ha estado en lo que yo sé, si no en
lo que tú llevas 10 años tratando de entender.
Cierras los ojos, tembloroso. Si fueras valiente este es el
momento en el que llorarías.
La voz de Joaquín envuelve la escena a modo de incorrecta
banda sonora.
-¿Pagamos?- pregunto sin descolgar.
Asientes. Nos levantamos y cada uno paga su consumición. Caminamos
hasta tu parada con el silencio instalado entre los dos.
El momento ha vuelto a pasar.
Mi móvil vuelve a sonar.
Quizá dentro de otros 10 años.
Probablemente no.
El momento ha vuelto a pasar.
Mi móvil vuelve a sonar.
Quizá dentro de otros 10 años.
Probablemente no.