martes, 23 de diciembre de 2014

Triste muerte de un poeta

La musa seguía abrazada a él,su cuerpo se enfríaba por momentos pero no podía soltarlo. Se maldecía por no haber llegado a tiempo. Llevaba días esperándola y ella andaba por ahí en otras camas vendiéndose por burdos piropos mientras el tintero de su verdadero amado se secaba.
Cuando llegó era demasiado tarde. Su poeta yacía sobre un charco de sangre y tinta al lado de un montón de folios emborronados.
El forense dijo que la causa fue suicidio pero la musa sabía que había sido falta de inspiración.

domingo, 20 de julio de 2014

Caperucita quiere comerse al lobo

Se vistió para ir a matar: Las botas de cuero, el corset... Y encima la caperuza roja que le había hecho su madre y que no se ponía desde los diez años, ya no le arrastraba como antaño pero estaba segura de que así él la reconocería.
Salió de casa, nadie le preguntó a donde iba, porque en su casa ya no había nadie a quién le importara,sus padres habían abandonado la casa por miedo a las fieras salvajes y ella se suponía que vivía con su abuela, lo que estos no sabían es que la anciana hacía ya un año que criaba malvas. A pesar de que tenía 10 años la última vez que le vió sabía que él seguiría en el bosque, no tenía otro sitio donde ir, se acordaba de su rostro y si cerraba los ojos incluso podía oír su voz. Llevaba seis años esperando el momento de volverle a ver, su madre le había prohibido expresamente que se viera con él, pero ella necesitaba volverlo a ver. Cada noche desde aquel día en el que se lo encontró soñaba con él, si no había calculado mal él tendría ahora unos 21 años. Con el recuerdo del quinceañero que ella había conocido en la cabeza se adentro en el bosque, al cabo de una hora se detuvo en un claro, el claro donde él la había sorprendido recogiendo margaritas hacía ahora seis años. Se sentó y esperó, mientras deshojaba margaritas; él tardó aún otra hora más en aparecer. -Las niñas buenas no andan solas por el bosque- dijo una voz seductora a sus espaldas 
- Sabes bien que nunca he sido una niña buena.-respondió girándose hacia donde venía la voz. 
Entonces lo vio, estaba apoyado contra un árbol y la miraba, llevaba el pelo negro recogido en una coleta corta, aparentaba unos 30, pero ella sabía que no los tenía. 
-Cuanto has crecido- se limitó a responder él.- Estas muy cambiada-añadió echándole una mirada de arriba a abajo. Ella sonrió con finjida inocencia y se acercó a él, se bajo la capucha y le besó.
 -No puedes imaginarte cuanto he esperado este momento.- le susurro al oído. Él la volvió a besar.
 -Creo que me hago una idea- le respondió. 
-No, lo dudo mucho- le respondió ella.- He soñado cada día de mi vida con volverte a ver.- le reprochó- cada luna llena me asomaba a la ventana y en los aullidos de todos los lobos del bosque creía oir tu voz.
Él le pusó un dedo bajo la barbilla y óbligandola a mirarle directamente a los ojos. 
-He estado velando cada noche tus sueños, custodiando los alrededores de tu casa impidiendo que nadie pudiera hacerte daño, cada luna llena me he herido a mi mismo y me ha atado en el corazón del bosque en las ramas más altas de los arboles para evitar la tentación de ir por ti ¿Y crees que no he sufrido?, he llegado a sentirme un enfermo querida, tú con tu dulzura e inocencia dirigiendote hacia la escuela y yo espiando entre los árboles como un secuestrador. Tú recuerdo ha sido el que me ha dado fuerzas para seguir con vida para no dejar que mi instinto me dominara, para no abandonarme a la bestia. Aún con todo creo que no deberías estar aquí, tu mamá tenía razón, no te convengo... o ¿acaso no has leído el final del cuento? La niña se interna en el bosque, el lobo la engaña y la pobre niñita acaba muerta....... 
-No serías capaz de hacerme daño aunque quisieras, corrigeme si me equivoco- le dijo ella.
 -¡Ah!, así que tú si te has leído el cuento y sabes que tras comerse a caperucita el lobo se suicida consumido por la pena.- rió él.
 -No, tan solo es que en esta ocasión caperucita es la que ha venido dispuesta a comerse al lobo.- le respondió, acto seguido se abalanzo sobre y le besó, con un gesto de su mano se deshizo de la caperuza.
 ¿Y que paso después? 
Pues que caperucita cumplió su palabra y se comió al lobo. Y ahora ambos viven felizmente en la que en un pasado fue la casa de la abuelita. Las noches de luna llena ella le pone una correa en el cuello y monta sobre su lomo. Y el resto de las noches caperucita lo encadena a su cama y vuelve a devorar al lobo

domingo, 1 de junio de 2014

Por la laguna estigia

Dos jóvenes recién cumplida la mayoría de edad charlan tranquilamente tras su tercera copa. El camarero se acerca y les sirve otras dos.
 - Cortesía de aquel caballero junto a la barra- dice el camarero ante la mirada extrañada de ellas. 
Ambas se miran, después al caballero un joven de unos veinti pocos que viste un elegante traje gris, las muchachas se encojen de hombros y levantan las copas a la salud del apuesto desconocido. Tanto una como otra acaban la copa de dos tragos, entonces una de ellas comienza a toser, de repente nota el sabor metálico de la sangre en su boca, escucha el grito asustado de su amiga, poco a poco la negrura se apodera de ella y antes de caer en tinieblas busca con la mirada al hombre que las había invitado este sonríe, se encoje de hombros y desaparece, la muchacha nota un golpe y pierde totalmente la visión; tras ello siente frío por un momento, y después deja de sentir. 
Al cabo de un segundo abre los ojos
. - ¿Dónde estoy?- pregunta aturdida mirando a su alrededor, se encuentra en un embarcadero en medio de ninguna parte.
 -Bienvenida.- Le dice una voz, que la sobresalta, mira hacia el lugar del que vino, y ve acercarse al hombre que había visto en el bar dirigiendo una barca.
 -¿Dónde estoy?- repite extrañada y algo asustada.
 -En el inframundo, te has muerto- le dice sin contemplamientos. 
- ¿Me has matado? – pregunta ella horrorizada.
 -No, no, no, no, a mi no me eches culpas, yo no soy asesino, tan solo transportista, yo no decido cuando se te acaba el tiempo, eso lo hacen los relojes- dice ofendido señalando a una pared a su espalda.
La joven contempla la pared llena de relojes de arena, debajo de cada uno hay una inscripción en una plaquita de oro, instintivamente busca el suyo, al cabo de un minuto lo encuentra, y se queda muda de asombro, efectivamente su reloj estaba agotado.
 -Pero… apenas tengo 18 años- dice.
 -Anda sube, no tenemos todo el día, te lo explico de camino.
 -¿De camino a donde?- pregunta de nuevo.
 -¡Calla y sube!- ordena malhumorado el barquero. 
Aún dubitativa sube a la barca.
 - A ver, ahora sí, pregunta todo lo que quieras, el viaje es algo largo- dice él empezando a remar. 
- ¿Quién eres?-El hombre ríe amargamente.
 -¿Qué quién soy? Bueno, no sé por qué nombre me conocerás tú, ni que oficio habrás atribuido a ese nombre, la parca, la muerte…. Pero mi nombre real es Caronte.
 -Pero… yo me sé la historia de Caronte, y él se limitaba a hacer cruzar las almas el río Estigia, no ha matar gente- le interrumpe. 
-Ya, bueno como ya te he dicho se me atribuyen demasiados nombres y demasiadas profesiones, yo me dedico a recolectar las almas, las traigo desde el mundo de los vivos y las hago cruzar hasta su nuevo hogar. -Pero, yo te vi en el bar, tú pagaste la copa que me mato.- le acusa. 
Él ríe. -¿Matarte? ¿La copa? No digas tonterías, tu tiempo se acababa, tu corazón se hubiera detenido te hubiera pagado yo la copa o la hubieras pagado tú, tan sólo me caíste bien, me pareciste mona y quise pagar tu última bebida- se explica 
- Pero… soy muy joven para morir- se queja. 
-Eso no era lo que decías en tu cumpleaños el mes pasado- dice con una sonrisa malévola. – O acaso debo recordaros el brindis que hiciste, tú nueva filosofía de vida.- añade en tono ligeramente burlón. 
La joven se queda callada, era cierto, se acordaba perfectamente de cuales habían sido sus palabras, y se maldijo así misma mientras las repetía. 
-Vive deprisa, muere joven… 
-...Y deja un bonito cadáver- completa Caronte.- Ah, por cierto debo felicitarte lo has cumplido a la perfección. 
-Y si no es indiscreción ¿A dónde me llevas? 
- Es una sorpresa, casi hemos llegado- dice.
 Trató de ver algo, pero una espesa niebla lo cubría todo, al cabo de lo que le pareció una eternidad la niebla se disipó, estaba en una laguna de aguas cristalinas.
 -La laguna Estigia supongo- dice mirando a su alrededor.
 -Muy aguda, ¿Has estudiado mitología? 
- Me he visto la película de Scoop- le dice encogiéndose de hombros.- Alaaaa- exclama en un silbido. En una de las orillas de la laguna, hay un embarcadero, en él dos chicos de unos 15 años rubios y de ojos azules conversan tranquilamente, parecen esperar a alguien, ambos llevan un impoluto traje blanco, se percata entonces de que sobre sus cabezas flota un alo de luz.
 -Ángeles- murmura. Detrás de ellos hay un bosque, lleno de árboles, y más haya se distinguen claros por los que si agudiza el oído puede oír discurrir un arrollo de aguas mansas y cristalinas. En lo alto de una montaña hay un enorme castillo de cristal.
 -¿Esto es el cielo verdad?- pregunta mirando a Caronte. 
- El cielo, el paraíso, el Edén, como te de la gana de llamarlo. 
Un fuerte olor a azufre llega de pronto hasta ellos, la joven se da cuenta entonces de que la otra orilla del lago parece en llamas, al igual que en la del paraíso en esta también hay dos jóvenes el embarcadero, solo que estos tendrán unos 20 y tienen cara de todo menos de ángeles, sus trajes son negros y unos brillantes cuernos rojos relucen en sus cabecitas, a sus espaldas se puede ver un negro desierto. Y en medio del desierto un enorme castillo de afilados torreones.
 -¿El infierno?
 -¡Chica lista!- se burla el barquero. 
-¿Y yo a dónde iré? 
-¿A ti que te parece?- dice echándole una mirada de arriba abajo.
 La joven se mira, su vestido de tubo palabra de honor rojo ha sido sustituido por un negro vestido de noche hasta el suelo, con una abertura que deja al aire su pierna derecha. La barca se acerca lentamente a la orilla donde esperan los dos hombres de negro.
 -¿Contesta eso a tu pregunta?- le dice con cierta maldad, pero para asombro del barquero la joven sonríe. 
Mira a los hombres de arriba abajo, y ellos le sonrien a cuál más seductor.
 -De sobra- dice.
 Se baja de la barca y poniéndose entre los dos toma un brazo de cada uno, y se adentra con ellos en el averno. Caronte apenas parece sorprendido
 -¡AH!, Al final me van a acabar hacer dudar cuál es el verdadero paraíso...- murmura mientras vuelve a por el siguiente alma.