miércoles, 25 de febrero de 2015

La mataré

Quiere decirle que quite los malditos pies del salpicadero, pero sabe que entonces no tendrá una escusa para mirar aquellas infinitas piernas de reojo. Siempre es así, todo con ella es así. Hace con la vida lo que le da la gana y el resto se lo permiten sintiéndose honrados de tenerla cerca.
Ella fuma con la ventanilla bajada y canta bajito con Loquillo.
-¿Hemos llegado?-pregunta cuando se acaba el cigarro y el coche se detiene. Él asiente y ella se acerca a su rostro. Él cierra los ojos al sentir su aliento tan cerca.
-Tú la llevas-susurra y sin mediar otra palabra sale corriendo del coche y echa a correr por la playa.
-¿¡Qué cojo..?!- necesita un par de segundos para entender lo que estaba pasando, como siempre, ella quiere jugar. Maldita niña. Piensa,y sale corriendo a por ella.
Mientras corren por la playa parecen una pareja de alguna película de estas para adolescentes que ella dice que no le gustan nada ,pero él sabe que ve en secreto; su pelo negro ondea al viento y nada más importa.
La alcanza, forcejean, ella se resiste con uñas y dientes, literalmente, pero al final él la tiene. Estan tirados sobre la arena, boca arriba y entre sus brazos ella no puede moverse.
-Ahora tendrás que volver al coche a por las cervezas-se rie mirando al coche en la lejanía.
Él maldice, tiene razón, pero ya lo hará, la tiene entre sus brazos y no va a soltarla tan fácilmente. Baraja diversas opciones, no puede besarla ahora, para eso tendría que darle la vuelta y sabe que si la presión de su abrazo disminuye lo más mínimo ella correré de nuevo. Dobla las rodillas y con dificultad consigue levantarse sin soltarla.
-Eso no vale.- patalea pero él ríe, triunfante. Cada pequeña batalla ganada es todo lo que tiene, sabe desde hace mucho que va a perder esa guerra.
Ya con las cervezas en su poder vuelven a la arena, caminando uno al lado del otro, ella habla, como siempre y él la mira bebiendo en silencio, incluso las pocas veces que ella calla él nunca se atreve a interrumpirla salvo para llevarle la contraria y ver como vuelve a argumentar lo mismo con más fuerza.
-¿Y tú que opinas?-le dice de pronto.
-Que estas preciosa.-responde él, le gusta intentar desarmarla,ella nunca entra al trapo, se limita a andar un poco más adelante. Él no tiene claro si para que no la vea sonrojarse o si para provocarle con esa forma de mover el culo al andar. Entonces se gira y se pone a cantarle una de esas canciones que solo ella conoce y que él a veces cree que en realidad se inventa.
De pronto vuelve a correr. La siente alejarse, volar sobre la arena,e irracionalmente algo se activa en su cabeza y corre tras ella. No es algo intencionado, simplemente necesita atraparla. Quizá sea porque sabe que algún día no lo hará, pero necesita que ese día no sea hoy. Acelera y la atrapa. Por unos segundos se hace la ilusión de que la tiene. Pero ella se gira y le besa.
Es ella quien lo tiene.
Y la alza sin dejar de besarla, si pudiera jamás dejaría de hacerlo.
-¿Un bañito?- pregunta ella señalando con la cabeza hacia el mar separándose levemente de él.
-Tonto el último-asiente él dejándola en la arena y arrancándose la camiseta y los pantalones tan rápido como si en el mar hubiera una sirena y solo tuviera 5 minutos para follársela.
Se gira y ahí está ella, eso sí que es una sirena, y daría lo que fuera por 5 minutos que duraran toda la noche entre sus piernas. Pestañea y ya no está, unos brazos en su cuello y un mordisco en su oreja, ahí está de nuevo.
Ríen,nadan,se besan y ven atardecer tirados en la arena.
La noche cae y con ella la melancolía que les recuerda que aunque sea verano esa no es la vida real.
Se visten, dejando la ropa interior mojada en el asiento de atrás.
De vuelta a casa lo último que se atrevería a decirle es que bajara los pies del salpicadero, bueno, lo penúltimo, lo último sería recordarle el largo sus pantalones.
Llegan a su casa, se acaba el cigarro, le besa y se va,sin una palabra de lo sucedido. Como siempre.
Sube la música, otra vez Loquillo.
-Tienes razón Loco, la mataré, si no se me adelanta