domingo, 20 de julio de 2014

Caperucita quiere comerse al lobo

Se vistió para ir a matar: Las botas de cuero, el corset... Y encima la caperuza roja que le había hecho su madre y que no se ponía desde los diez años, ya no le arrastraba como antaño pero estaba segura de que así él la reconocería.
Salió de casa, nadie le preguntó a donde iba, porque en su casa ya no había nadie a quién le importara,sus padres habían abandonado la casa por miedo a las fieras salvajes y ella se suponía que vivía con su abuela, lo que estos no sabían es que la anciana hacía ya un año que criaba malvas. A pesar de que tenía 10 años la última vez que le vió sabía que él seguiría en el bosque, no tenía otro sitio donde ir, se acordaba de su rostro y si cerraba los ojos incluso podía oír su voz. Llevaba seis años esperando el momento de volverle a ver, su madre le había prohibido expresamente que se viera con él, pero ella necesitaba volverlo a ver. Cada noche desde aquel día en el que se lo encontró soñaba con él, si no había calculado mal él tendría ahora unos 21 años. Con el recuerdo del quinceañero que ella había conocido en la cabeza se adentro en el bosque, al cabo de una hora se detuvo en un claro, el claro donde él la había sorprendido recogiendo margaritas hacía ahora seis años. Se sentó y esperó, mientras deshojaba margaritas; él tardó aún otra hora más en aparecer. -Las niñas buenas no andan solas por el bosque- dijo una voz seductora a sus espaldas 
- Sabes bien que nunca he sido una niña buena.-respondió girándose hacia donde venía la voz. 
Entonces lo vio, estaba apoyado contra un árbol y la miraba, llevaba el pelo negro recogido en una coleta corta, aparentaba unos 30, pero ella sabía que no los tenía. 
-Cuanto has crecido- se limitó a responder él.- Estas muy cambiada-añadió echándole una mirada de arriba a abajo. Ella sonrió con finjida inocencia y se acercó a él, se bajo la capucha y le besó.
 -No puedes imaginarte cuanto he esperado este momento.- le susurro al oído. Él la volvió a besar.
 -Creo que me hago una idea- le respondió. 
-No, lo dudo mucho- le respondió ella.- He soñado cada día de mi vida con volverte a ver.- le reprochó- cada luna llena me asomaba a la ventana y en los aullidos de todos los lobos del bosque creía oir tu voz.
Él le pusó un dedo bajo la barbilla y óbligandola a mirarle directamente a los ojos. 
-He estado velando cada noche tus sueños, custodiando los alrededores de tu casa impidiendo que nadie pudiera hacerte daño, cada luna llena me he herido a mi mismo y me ha atado en el corazón del bosque en las ramas más altas de los arboles para evitar la tentación de ir por ti ¿Y crees que no he sufrido?, he llegado a sentirme un enfermo querida, tú con tu dulzura e inocencia dirigiendote hacia la escuela y yo espiando entre los árboles como un secuestrador. Tú recuerdo ha sido el que me ha dado fuerzas para seguir con vida para no dejar que mi instinto me dominara, para no abandonarme a la bestia. Aún con todo creo que no deberías estar aquí, tu mamá tenía razón, no te convengo... o ¿acaso no has leído el final del cuento? La niña se interna en el bosque, el lobo la engaña y la pobre niñita acaba muerta....... 
-No serías capaz de hacerme daño aunque quisieras, corrigeme si me equivoco- le dijo ella.
 -¡Ah!, así que tú si te has leído el cuento y sabes que tras comerse a caperucita el lobo se suicida consumido por la pena.- rió él.
 -No, tan solo es que en esta ocasión caperucita es la que ha venido dispuesta a comerse al lobo.- le respondió, acto seguido se abalanzo sobre y le besó, con un gesto de su mano se deshizo de la caperuza.
 ¿Y que paso después? 
Pues que caperucita cumplió su palabra y se comió al lobo. Y ahora ambos viven felizmente en la que en un pasado fue la casa de la abuelita. Las noches de luna llena ella le pone una correa en el cuello y monta sobre su lomo. Y el resto de las noches caperucita lo encadena a su cama y vuelve a devorar al lobo